Sinopsis:
Elizabeth Sparkle es una estrella de televisión que conduce un programa de ejercicios aeróbicos (a lo Catherine Fulop) que es despedida en su cumpleaños número 50 por ser considerada muy vieja. Luego de un accidente automovilístico recibe la invitación para ser usuaria de “La sustancia”. Un líquido que crea una versión “perfecta” de sí misma. El problema es que debe cambiar de cuerpo cada 7 días sin excepción. El uso y abuso de esta sustancia le devolverá su fama aunque a un precio bastante alto.
El monstruo detrás del espejo: La obsesión por la imagen en La Sustancia
La cinta plantea problemáticas tales como la pérdida de la juventud, la belleza y el consiguiente sentimiento de obsolescencia al sentir que ya hemos sido totalmente exprimidos. Sin que podamos procesar aún lo que está pasando, el mundo decidió que ya es hora de que pase el que sigue.
La historia de Elizabeth Sparkle (Demi Moore) es la historia del ser humano promedio en un contexto en el cual somos lo que somos mientras todavía somos útiles. Lo que sigue una vez que nuestra estrella se apaga es el olvido. Y nuestro inmediato reemplazo por alguien más joven, bello y consumible para el grueso del público. De esta manera, el doble creado de si misma a través de la sustancia toma el lugar que ella dejó vacante.
Al principio, todo es perfecto para nuestra protagonista. Vuelve a ser hermosa, joven y admirada. Convirtiéndose en la mimada de Harvey, el productor de televisión que la había despedido por ser muy vieja. Sin embargo, el sentimiento de que todo es perfecto contrasta fuertemente cuando tiene que realizar el cambio a su verdadero cuerpo (cada 7 días). El choque con la realidad resulta tan duro que acaba intentando evitarlo. Y pasa a ser cada vez más Sue y menos Elizabeth. Esto trae consecuencias directas en el cuerpo de la otra. Provocándole deformaciones y envejecimiento prematuro. Así, Elizabeth vive conflictuada llamando a los distribuidores de “La sustancia” quienes le viven recordando que “son una”. Y acaba formándose una relación de odio intenso entra ambas. Pese a que son, en teoría, la misma persona.
A medida que la vida personal de Elizabeth va volviéndose cada vez más caótica, la vida profesional de Sue va ascendiendo meteóricamente. Llegando a un punto en el que odia y ama a la vez esa versión de si misma pero es totalmente incapaz de cortar el tratamiento. Al final de cuentas, Sue representa todo lo que ella fue y quiere seguir siendo.
Mientras tanto, Elizabeth se mantiene recluida en su casa, experimentando un autodesprecio muy profundo. El clímax en la película llega cuando Sue es elegida para conducir un programa en Nochevieja y esta, decidida a no cambiar más de cuerpo, desobedece deliberadamente las indicaciones de uso de la sustancia. Elizabeth se vuelve un monstruo deforme y es asesinada por Sue de una manera bastante violenta.
Como consecuencia, y en un giro bastante extraño de la película, ambas acaban convertidas en un monstruo que más que Elizabeth y Sue es una masa de carne con partes deformadas pegadas en un solo cuerpo. Mostrando, extrañamente, al cuerpo femenino relacionado con lo grotesco y lo horrible. Algo que no me esperaba pero que mucho tiene que ver con el mensaje del filme. La película, termina siendo un baño de sangre gore muy al estilo película de bajo presupuesto. Con Sue muriendo entre un masacote de carne sobre una baldosa con su nombre.
La sustancia es una llamada a la reflexión sobre la obsesión con la belleza de las mujeres, el ciclo de vida de las personas como si fueran una pila y la necesidad de aceptación y admiración por parte de los otros. Y como afecta esto a nuestra visión personal sobre nosotros mismos.
Además de lo escalofriantemente incómoda que resulta de ver por momentos, esta película destaca especialmente en la fotografía y el maquillaje.